
Aprendí Viajando
¿Cómo se arranca un texto sobre el amor? Podría empezarlo con un fragmento de un cuento que tengo en el tintero: […] ¿alguna vez sentiste lo que es perder a alguien? Le gritó a su madre lanzándose a un abismo de respuestas desiertas y devolviéndose a ese mar siniestro de calamidades en el que venia naufragando insalubremente durante los últimos tres días […]. Quizás podría arrancarlo con una frase que se me ocurrió ayer pasando por la puerta del Hospital Sant Pau “amar es desear a alguien mas que a los propios deseos”. Tampoco importa tanto el inicio, pues el orden de los factores no altera el producto, si ni siquiera tengo bien en claro cómo es que se inició todo esto. Quiero decir, tengo presente la cronología de los hechos y puedo ir recorriendo uno a uno cada momento, pero ¿y si todo se venía ya pre digitando desde algún lugar incierto? ¿Y si todo comenzó allá por el 2017 cuando decidí hacerme cargo de mis miedos? ¿Qué contabilizo como principio si siento que nos conocemos desde otros tiempos y solo llevábamos varios años sin saberlo?
Hace un tiempo escribí que amar a alguien no era ni más ni menos que tener o sentir amor por una persona. Creía que el amor no era un sentimiento per se, sino más bien una mezcla y un conjunto de otras emociones que se mezclan dulce y armoniosamente para darle forma a esa palabra tan temida que es amar: admirar, querer, respetar, ocuparse de y preocuparse por, confiar… pero qué imbécil, el amor es mucho más que eso. Es sencillamente querer explicar y bajar a tierra esos sentimientos y morir en el intento. Es frustrarse ante la insuficiencia del lenguaje, que nos desampara como un bandido a su pueblo, en esos momentos en que se nos sale el corazón para darle paso a algo que nunca llega. Por otro lado, es despertarse arropado en ese lazo invisible que por momentos nubla pero en general protege, da fuerza y te mantiene.
Amar es, también, toda una responsabilidad que debe ser tomada como tal. Es un hermoso trabajo y, cayendo en lugares comunes, es una flor que todos los días debe ser regada. Qué es amar a alguien si no también buscar la conquista continua, intentar conseguir el interés una y otra vez, darlo todo lo que se tiene sin caer en lo que no se es para volver a despertar suspiros cada mañana. No se trata de gustar y buscar agradar simplemente, si no que en la propia acción de conquistar también nos conocemos y nos desafiamos. El único peligro es caer en lo que no se siente, y forzar lo que no se tiene. ¿Pero qué sería del amor sin ese riesgo? Monotonía, puros estándares. Son mis primeras reflexiones sobre el amor, aprendí a usar la palabra incluso hace muy poco. Me saqué ese miedo. Siento que misteriosamente entiendo muchas cosas, otras las voy aprendiendo. Sí sé que lo quiero disfrutar, que lo quiero abrazar y que lo quiero vivir. Quiero disfrutar el hoy, porque el mañana es cada vez más incierto en este mundo de líderes blasfemos y sabanas cortas. Quiero vivir mi deseo y alejarme de todo lo establecido. No por el mero hecho de sentirme un rebelde, sino porque pienso que puedo hacerlo. Y puedo hacerlo porque es lo que quiero. Hoy no pienso en convivencias forzadas, no pienso en rupturas inevitables, no creo en peleas necesarias y hasta imagino planes de acá a mis nietos. Si llega el final del mundo, que me encuentre enamorado, teniendo alguien de quien despedirme y alguien a quien dedicarle mis últimos pensamientos. Porque en última instancia, y este legado sí lo acepto, el amor a veces duele y puede dejar grandes huecos, pero bien vale el sufrimiento.
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